domingo, 9 de agosto de 2009

¿Te resulta fácil pedir perdón o te cuesta? ¿Podemos acostumbrarnos a pedir perdón? ¿Pierde valor nuestro “perdón” cuando lo decimos muchas veces y muy seguido? Un “perdón” a veces no puede reparar lo que hicimos mal, porque con un simple “perdón” no se puede borrar el dolor. Cuando nos equivocamos y nos damos cuenta que hemos lastimado a alguien, no nos alcanzan los idiomas para pedir perdón. No sabemos cómo hacer para conseguir el perdón de esa persona. Tenemos que pensar bien antes de hacer las cosas, tenemos que hacernos responsables de lo que hacemos para no tener que llegar al límite de pedir perdón, en todos los idiomas. Pedir perdón no debería tomarse con tanta liviandad. El castigo precede al crimen decía Dostoievski, porque uno antes de cometer el crimen sabe el dolor que generará y asume la culpa. Esa culpa es el castigo ¿y uno pretende redimir esa culpa con un simple perdón? Un perdón no puede reparar lo que hicimos mal. Para pedir perdón antes hay que estar dispuesto a reparar. ¿De qué sirve pedir perdón cuando no hay manera de reparar lo que hiciste mal? Cuando no nos perdonan nos obligan a vivir con nuestro error, con nuestra culpa. Cuando no nos perdonan nos obligan a hacernos cargo de lo que hacemos. Un simple perdón no puede borrar el dolor que se causó. Pedir perdón es poner una curita en una herida abierta que nosotros mismos provocamos. Insuficiente y a destiempo. Recién cuando nos hacemos responsables de lo que hacemos, ahí se puede empezar a construir algo distinto. Suplicando a los gritos, de rodillas, implorando en todos los idiomas, pedir perdón no alcanza, no repara, no alivia si no nos hacemos responsables de nuestras acciones. Hay cosas imperdonables aunque se pida perdón en todos los idiomas.

No hay comentarios: